Códigos de Ética: los guardianes de la reputación

Una guía para actuar con integridad. Pautas que indiquen conductas adecuadas frente a ciertos escenarios. Que reflejen el espíritu de la empresa. Algunas características de los “Códigos de Ética Empresariales”. Pero, ¿cuáles son su verdadero fin práctico? ¿Son consultados por los empleados? Expertos y casos emblemáticos.

Guiar el comportamiento de los empleados es básico para cualquier empresa: establecer las reglas éticas que expresen los principios que indican cómo actuar, qué es lo correcto, qué es lo justo y lo que se espera en la relación con clientes, proveedores y la comunidad en general; es (no solo una herramienta para evitar conflictos legales) sino también un instrumento para promover conductas deseables, regular las relaciones internas de la empresa y consolidar el mensaje de la compañía.

Los Códigos de Ética no son universales, ni podrían serlos: no se pueden trasladar las mismas reglas de una compañía a la otra y mucho menos, de un país a otro. En ciertos casos, ni de una región a la otra. Cada contexto social, político y económico exige normativas distintas. Así como existe la ética discursiva, la heterónoma, la deontológica y otras más, también están las de cada rama: la judicial, del derecho, la gubernamental, la corporativa, de profesiones sociales, entre otras. De raíz filosófica, los enunciados de ética datan de cientos de años de debate y objeto de estudio.

En la ética de los negocios, la transparencia, tanto en las negociaciones con proveedores o sindicatos, como en la relación con los clientes, permite acabar con prácticas corruptas que no sólo dañan a la imagen de la empresa, sino arrastran también a la sociedad y a la economía.

Bajo esta mirada, la competitividad empresarial no sólo debe basarse en la obtención de beneficios económicos, sino también en actuaciones que favorezcan su entorno social y medioambiental, evitando comportamientos corruptos que podrían repercutir en su entorno. Es innegable la relación de la economía con los principios morales de la sociedad en la que se desarrolla.

El Centro de Investigación Ética, con sede en Estados Unidos, aseguró en un estudio publicado en marzo de este año que las grandes empresas pueden mejorar “drásticamente” su integridad mediante una aplicación eficaz de programas de cumplimiento de ética para reducir la mala conducta de los empleados. Las grandes empresas, asegura el reporte, (aquellas con 90.000 o más empleados) con programas eficaces enfrentan la mitad de las violaciones de reglas que aquellas que no tienen este tipo de programas.

“Casi nueve de cada diez empleados (87 %) que observan violaciones en las grandes empresas con programas de ética implementados, las reportan hacia sus superiores, en comparación con sólo el 32 % que denuncian irregularidades cuando los programas son insuficientes. Eso es significativo porque es esencial identificar y eliminar los riesgos potenciales de ética”, agrega el estudio.

Otra asociación que vela por el cumplimiento de las conductas morales de las empresas en Estados Unidos es la Ethics Officer Association (EOA) y nuclea directivos empresariales del área de ética. Fundada en 1991, tiene como miembros a la Bolsa de Comercio de Nueva York y empresas como Honda, Walmart, Deloitte, Sony y Siemens. Desde allí, ofrecen capacitaciones especiales a empresas, analizan el estado de la corrupción en las compañías, además de realizar estudios e investigaciones dedicados al tema.

Argentina cuenta con la Asociación Argentina de Ética y Compliance (AAEC), una organización no gubernamental desde donde se promueven conductas empresariales éticas y socialmente responsables, bajo el lema “Lo correcto debe primar sobre lo conveniente”.

De acuerdo a la AAEC, en la última década, cada vez más empresas grandes desarrollaron políticas de compliance, (programas de cumplimiento) que buscan garantizar el respeto por las normativas internas y externas, “en lo que parece ser una tendencia irreversible hacia la formalización de este tipo procedimientos”. Esto se debe, según Carlos Rozen, Presidente de la asociación y Director de la Certificación Internacional en Ética y Compliance, porque existe una predisposición internacional en reconocer a las compañías más éticas, así como en sancionar a los que no lo son.

“La función principal que tiene la AAEC es entrenar a los oficiales de cumplimiento para que puedan practicar su actividad con el mayor rigor profesional. Tiene que ser un buen comunicador e intervenir en la autoría en el momento que suceden las cosas. En definitiva, el responsable de ética y compliance es como el guardián de la reputación de la compañía. Dotamos de un conocimiento que se divide en lo que debe cumplir obligatoriamente, relacionada con la industria, e intentamos comunicar que conviene cumplir con la ley. Por otra parte, la función está relacionada con lo que la organización decide cumplir, que se plasma en un código de conducta y el oficial es un abanderado de esto”, remarca Rozen, quien además es socio de BDO Argentina, una importante firma de auditoria.

Para Rozen la normativa existente en el país, que obliga a aquellas empresas con “alto riesgo de blanqueo de dinero y de financiación al terrorismo” a contar con un oficial de cumplimiento (norma creada por la Unidad de Información Financiera, dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación), “hace que la función se restringa a lo que diga la ley, en cambio, las organizaciones que decidan tenerlo tienen la posibilidad de expandir la función considerando el beneficio a misma”. Casas de juegos, despachantes de aduana, financieras, son algunas de las empresas que deben contar con un oficial de este estilo en su planta de empleados.

De acuerdo a la EOA, los oficiales de ética se convertirán cada vez más en un participante esencial en las salas de juntas y un asesor “muy respetado” por los CEO. Estos oficiales son, según describe la asociación, los responsables de actividades como la realización de evaluaciones de riesgo, la elaboración de los códigos de conducta, las comunicaciones de cumplimientos, de los programas de capacitación, y quienes supervisan o realizan las investigaciones internas cuando son necesarias.

Según la octava encuesta Nacional de Ética Empresarial realizada por esta organización, el 41 %  de los más de 6.400 trabajadores encuestados dijeron que observaron una mala conducta en el trabajo, por debajo del 55 % en 2007, hecho que aducen a la presencia de estos oficiales en las organizaciones.

Lo cierto es que estos oficiales comenzaron a aparecer en las empresas en la década del ´90 y desde allí, tanto la sociedad como el mundo corporativo comenzaron a ser menos tolerante hasta con mentiras en los curriculums (hecho por el que fueron despedidos cientos de CEOs en todas partes del mundo).

Entre otras de sus funciones especiales, se encuentran la de proporcionar una revisión interna de otras políticas corporativas para garantizar la coherencia y la integración con la ética de la corporación, transmitir el mensaje de la ética empresarial en toda la cultura corporativa y supervisar su desarrollo y aplicación. Además, en conjunto con el asesor legal de la empresa, realiza auditorías anuales para determinar el estado de la corporación en torno a las cuestiones éticas.

Es primordial que los también llamados “oficiales de cumplimiento” (compliance officer), mantengan  sus conocimiento actualizados y comprendan tanto las  leyes federales como las estatales.

Lo bueno vs lo malo

“La experiencia me indica en que la ética está metida en todas las universidades y en todas las carreras, a diferencia de 20 años atrás. Se respeta cada vez más el relativismo moral, por eso desde las universidades es importante que se forme”, indica Patricia Debeljuh, Doctora en Filosofía por la Universidad de Navarra (España) y directora del Centro Walmart de Conciliación Familia.

“Creo que el auge de los códigos de ética es fruto de varios factores: el relativismo moral que tenemos que lleva a decir que lo bueno y lo malo están muy mezclados. Estamos inmersos en una cultura relativista que se pone en duda si se puede hablar de lo bueno  o de lo malo. Son fruto de la corrupción que se respira. Cuando se saltean las reglas uno se pregunta por qué. Si uno pone medios, se puede luchar contra esa corrupción”, remarca Debeljuh, quien también es profesora en la Universidad IAE Business School.

Según la experta, a las empresas les está costando manejar y gestionar talentos diversos y destaca que la empresa debe definir cómo quiere que actúe en su nombre. “Uno puede tener sus propias convicciones pero cuando una persona representa una empresa, esta tiene derecho a decidir cómo quiere que la represente. Es una conjunción de factores que hace que ya no se pueda pensar en trabajar sin una guía, como un código de ética que orienten los comportamientos que se esperan”, afirma.

“Son dinámicos”, dice sobre los Código de Ética. Debido a los contextos de corrupción, remarca que es cada vez más necesario que se especifiquen, y que no queden zonas grises libradas a la buena voluntad de la ética. “Los códigos tienen que ser revisados para asegurarse que reflejan estos cambios de las personas, estos dilemas, cada vez más frecuentes, sino pueden quedar obsoletos, o pueden quedar como una bajada de línea corporativa”, indica Debeljuh.

En el caso de las empresas multinacionales, su experiencia le indica que realizan una adaptación o un aprendizaje de esos valores en contexto local, ya que es necesario una contextualización a nivel local más allá de los lineamientos globales que pueda tener la empresa.

“No puedo decir que éticamente sea obligatorio tenerlos, pero son necesarios en la medida en que se empiecen a detectar algunas situaciones que hagan falta clarificar”, expresa. “Hay que evaluar la integridad moral de las personas que van a entrar a trabajar. Hay muchos empleados que se sienten muy satisfechos con que la compañía defienda esos valores y que los tenga, les da garantía de pensar que sus compañeros también quieren respetar”, asegura.

“El código de ética es la punta de un iceberg, que esta sostenido por una cultura, que está compuesto por personas. El énfasis hay que ponerlo en la formación moral de las personas, en ver cómo actúa, teniendo el código de ética”, concluye Debeljuh.

De la Universidad al mercado: la formación ética en las carreras

El caso Enron replanteó a las universidades el tema del código de ética. Se concluyó después del escándalo de corrupción, en donde los intereses económicos llevaron a violar las prescripciones éticas y normas legales, que no pueden lanzar al mercado personas sin formación ética.

Sin embargo, Luisa Montuschi, doctora en Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y Directora del Doctorado en Dirección de Empresas de la Universidad del Cema (UCEMA), afirma que el código de ética de Enron “era maravilloso. Establecía desde el comienzo la forma de actuar. Era un principio  basado como en una regla de oro”.

Es decir, la necesidad de la coherencia entre papel y práctica, una vez más, al igual que todo lo que envuelve la responsabilidad social, es obligatoria. “Todas las empresa tienen una cierta cultura corporativa que hay que transmitirla, manifestarla y comunicarla y los integrantes de la organización tienen que inspirarse en ella. Es una colección de valores y normas que deben ser compartidos entre todos los integrantes de una organización”, destaca Montuschi.

Lo que se pretende, afirma en relación al caso Enron, que los comportamientos sean coherentes con esa cultura organizacional y remarca dos formas que los integrantes pueden incorporar esos principios: mediante la internalización o socialización. En el primer caso, es cuando realmente los incorporan y los aceptan, mientras que en el segundo no signifique que realmente compartan esos principios.

“Los peores son los que hacen un listado de principios, los que hablan de valores propios. Que se refieran a la integridad como si fuera universal y no deberían serlo porque las empresas no son universales. La efectividad que los mismos tienen están muy basados en la forma en que fueron elaborados”, indica Montuschi, también autora de libros sobre la sociedad de la información y ética en los negocios.

De acuerdo a un estudio realizado en la Universidad de Toronto, Canadá, se distinguen 5 generaciones de código: la primera habla sobre los códigos de conducta, que protegen a la empresa de las acciones de los empleados. La segunda empieza a ocuparse del comportamiento con los clientes, la conducta comercial que tienen, en especial sobre aquellas que realizan actividades en otros países. En la tercera, destaca  Montuschi, empieza a aparecer el criterio de los stakeholders: “Eso es importante porque en muchas empresas se ha visto cuando van a otros países, con otras culturas, se encuentran que no están muy adecuadas a sus principios éticos. Y también engloba lo que sería la preocupación respecto del medio ambiente y respecto de las comunidades. Finalmente, la última habla de la responsabilidad social y de la justicia social, especialmente en empresas que desarrollan actividades donde los gobiernos no respetan los derechos humanos básicos. En estos casos, las empresas no tienen que adherir ni facilitarles a estos gobiernos. “Esto se vio mucho en Sudáfrica, cuando estaba el apartheid. En Birmania se dio en épocas más recientes.  Algunas compañías se fueron cuando se dio el golpe, aunque siguen habiendo empresas que siguen actuando de todas maneras. Ahí prima el interés comercial netamente. No es aceptable ese razonamiento”, indica Montuschi.

Caso Johnson & Johnson

La multinacional dedicada a productos de salud, cosmética y productos de bebés sufrió una grave crisis de reputación tras la muerte de varios jóvenes que consumieron Tylenol, un fármaco usado como analgésico, cuyo principio activo es el paracetamol. Tras una rápida investigación, se concluyó que existió un lote de estos remedios contaminado con cianuro. “La empresa en si siempre ha tenido un comportamiento digno de observar. Tiene principios que trasmite a las personas que son responsables, que no ocultan las cosas”, relata Montuschi. Su caso es estudiada en la mayoría de las universidades del mundo: pudieron revertir su imagen y sobrepasar la crisis de reputación al ofrecerse cooperar directamente con el FBI, dando la cara en todo momento y en tan solo cinco meses la empresa pudo retomar el 70% del mercado que controlaba previo al incidente.

Todo esto se debe a su credo. “La empresa cuenta con un manifiesto digno de observar”, afirma la experta en ética: “empieza a decir que su mayor responsabilidad es hacia los médicos, enfermeras y todos aquellos que utilizan sus productos. El último párrafo está dedicado hacia sus inversores y habla de un beneficio justo, no máximo. Con solo media página establece los principios sobre los cuales entiende que la empresa debe resolver”, destaca Montuschi.

La ética en el mundo académico

Las universidades, se podría decir de alguna manera, están obligadas a enseñar ética en sus clases. Contrario a cualquier pensamiento, es posible enseñar valores éticos a personas adultas y el contexto social lo exige.

Los hechos emblemáticos de corrupción, como el mencionado caso Enron y otros tanto que afectaron sociedades en todo el mundo y marcaron al mundo académico las pautas necesarias para incorporar en sus programas de formación contenidos de aprendizaje relacionados con valores.

La Universidad del Cema lleva adelante el “Programa Ejecutivo de Certificación en Ética y Compliance” que otorga certificados con validez internacional, dictados por Rozen de la AAEC; la IAE Business School también cuenta con materias dedicada a la ética en los negocios y la transparencia; la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires cuenta con un Comité de Ética creado en 2010, que asesora al Consejo Directivo y emite documentos que orientan a la investigación y enseñanza del tema; la Facultad de Psicología de la misma casa de estudios edita la revista Ética y Cine, realizado por integrantes del Departamento de Ética, Política y Tecnología, Instituto de Investigaciones y Cátedra de Ética y Derechos Humanos.

En tanto, el Programa Amartya Sen (PAS), que funciona en la  Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, dirigido por el Dr. Bernardo Kliksberg, tiene el foco puesto en el desarrollo de profesionales con una fuerte perspectiva ética.