Sellos certificados: ¿Para qué y por qué?

Son una garantía para los consumidores y acreditan la calidad que le aporta un elemento diferenciador con respecto al resto, pero pueden ser utilizados además como una estrategia de marketing: ¿Quiénes lo hacen? ¿Cómo repercuten en el mercado y cómo es el proceso?

 

 

Más allá de la reglamentación de cada país, un producto comercializado puede exponerse a esquemas de reconocimiento que les permite, entre otras cosas, entrar a mercados internacionales. Los sellos son además, un elemento que expone confianza a la hora de comprar, en un escenario de consumidores cada vez mas exigentes.

 

De esta manera, el camino directo que encuentran las empresas para garantizar al consumidor los atributos de valor diferenciadores, son los sellos, pero aquellos certificados por organismos competentes. El proceso es largo y tedioso: incluye varias auditorias, que controlan justamente, si el producto responde a los atributos de valor que ostenta.

 

Si bien la fiscalización la pueden realizar entidades privadas públicas, ellas deben estar acreditadas o reconocidas por la autoridad pública competente, dependiendo el país. En Argentina es el autorizado es el Organismo Argentino de Acreditación (OAA).

 

Más allá de las cuestiones legales que un producto debe exhibir, de los cuales no deberían escapar ningún producto exhibido en negocios, los sellos comunican que determinado producto cumple (o no) con ciertos criterios, fijados mediante estándares previamente pactados. De calidad orgánica, de comercio justo o equitativo, ambientales, etc.

 

Un ejemplo es la Fairtrade International, la organización internacional que engloba a 25 asociaciones alrededor del mundo. Desde ahí se fijan los estándares que tienen validez a nivel global y auditan tanto a comerciantes como a grupos productores. El sello de esta entidad garantiza, entre otras cosas, que los ingresos adicionales que lleguen a las organizaciones de productores en países en vía de desarrollo y que se utilicen allí de forma democrática y sostenible. Sus estándares abarcan cuestiones sociales y el cultivo respetuoso con los recursos y el medio ambiente.

 

Entre sus principales objetivos figuran el de garantizar que los productores reciban precios que cubran los costos medios de producción sostenible, permitir que las asociaciones de productores tomen mayor control sobre el proceso de comercialización y el de garantizar que las condiciones de producción y de comercio de todos los productos certificados por Fairtrade sean social, económica y medioambientalmente responsables.

 

En medio de esto, existe una realidad insoslayable: la búsqueda de información por parte del consumidor, es a su vez, creciente. Y a su vez, el aumento de preferencia por productos naturales, auténticos, elaborados bajo premisas relacionadas con la sustentabilidad.

 

Pero en esta tendencia de productos orgánicos, por ejemplo: ¿Pueden todos los productores afrontar el costo de certificar sus productos? Y al mismo tiempo, ¿pueden lograr insertarse en el mercado sin el sello que certifique su producción?

 

“En los países latinoamericanos es una práctica aún incipiente el hacer resaltar en forma distintiva, mediante un sello de calidad, una característica diferenciadora de los productos alimenticios. En lo concreto no se encuentran productos alimenticios destinados al mercado nacional con sellos de calidad en un número significativo de países de la región”, resalta un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. (FAO).

 

¿Cómo es el proceso?

 

María Paola Mársico, Coordinadora del Área Organismos de la OAA, remarca que existen dos tipos de sellos: aquellos puestos sobre el producto, que garantiza la inspección del mismo y aseguran al usuario las condiciones de seguridad de ese ítem, y aquellos que quieren resaltar o distinguir el cumplimiento de un requisito particular.

 

La OAA, de hecho, son quienes verifican la competencia técnica de las organizaciones que realizan esas inspecciones. Se trata de una entidad desregularizada de la Secretaría de Comercio, que se encarga de ayudar al Estado en el control de las regulaciones en el tema.

 

Cualquier empresa, dice, puede tener nuevos sellos, que acrediten, por ejemplo, que fabrican a partir de material reciclable, que son declaraciones de primera parte y cuya información debe ser pública. “La certificación que emiten las empresas, organizaciones o cámaras, pueden ser legales pero no confiables. Muchas empresas lo usan como estrategia de marketing, porque lo que busca un sello es apertura de nuevos mercados para poder operar y vender. Es importante entender que mas allá del mercado, los sistemas de gestión de calidad se armaron para fortalecer a las empresas. Una certificación de producto respaldada correctamente lo que te hace es poder dormir tranquilo de que no vas a tener ningún tipo de juicio”, aclara Mársico.

 

En cuanto a la certificación orgánica, la especialista aclara que el sistema funciona de manera “poco hibrida”: “puede trabajar bajo acreditación pero que sea internacional, no necesariamente nacional” por lo que no es el mismo control, ya que cada país se regula por su propia legislación. “Pero eso el consumidor no lo sabe”, remarca. “Que sea orgánico no significa que sea perfecto, eso depende de la legislación”

 

Karina Carreras, representante del país del FSC (Forest Stewardship Council), opina que los sellos tienen una carga muy importante de RSE porque está basado en 3 patas: el negocio forestal, el cuidado del ambiente y los beneficios para los trabajadores y las comunidades que rodean a los bosques.

 

“Dentro del manejo forestal están establecidos criterios, indicadores y principios que están relacionados a la parte social. Dentro de la forestación se ocupan de que los trabajadores estén en blanco, se los capacitan para que sus actividades sean con técnicas especiales, para el cuidado propio y del medio ambiente. Hay cuidados específicos que se hacen en el terreno para no contaminar el suelo o el curso del agua”, declara Carreras, también Coordinadora de la Asociación Civil Consejo de Manejo Responsable de los Bosques y Espacios Forestales.

 

Hoy en día, en Latinoamérica, existen aproximadamente 2.9 millones de empleados que trabajan en edificios certificados y se estima que para el año 2030, serán 21 millones, según datos de la FSC.

 

La especialista explica además, que las actividades forestales tienen impactos negativos en su alrededor: “Por ejemplo, cuando es la época de extracción de madera, los camiones salen con los rollos de madera por lugares donde si ellos pasan a velocidad alta, generan muchos riesgos de accidente, de rotura de caminos, levantan polvo, entonces, dentro del estándar lo que se busca es que se garantice minimizar y monitorear los impactos. De ahí se elaboran las acciones para erradicarlos y todos los años se chequea eso. Se fomenta dentro del estándar integrar a la comunidad y que se cuide el bienestar de la gente”, declara.

 

“La prioridad es siempre trabajar dentro de la forestación con gente del lugar. Se trata de darles la oportunidad de trabajo siempre primero a ellos”, agrega Carreras.

 

Un nuevo estándar de la organización, que comenzará a regir en 2017 es la equidad de genero, para que tanto hombres y mujeres tengan las mismas igualdades en el salario en el rubro.

 

¿Quiénes deciden certificar?

 

Carreras explica que dentro de las empresas que deciden certificar, está todo aquel que quiere expresar que cumple con los cuidados ambientales.

 

“No es tan grande el crecimiento de empresas q quieren certificar. Cuando quieren certificar tenes una auditoría inicial del FSC. Y después, se hacen 4 auditorias de mantenimiento durante los 5 años q dura el certificado. El 6 año se vuelve a recertificar”, detalla.  “Es un estándar muy riguroso. Cuesta, hay que hacer estudios de monitoreo, que se hace todos los años, entonces tiene muchos recursos humanos necesarios pero como hay empresas que realmente están comprometidas, lo utilizan para acceder a los mercados mas exigentes como los de Estados Unidos y Europa”, continúa.

 

Para la especialista es clave que el sector privado vea este proceso como una oportunidad de negocios, dentro de una estrategia comercial. “Que ayude al área de marketing es un regalo extra. La certificación ayuda a reeducar a la empresa y con esto aumenta su rentabilidad y eficiencia”, afirma.

 

A marzo de este año, se certificaron 187.580.012 hectáreas, en un total de 81 países, y Argentina cuenta con 461.985 hectáreas certificadas.

 

Seguridad para los chicos

 

Los juguetes llevan consigo una importante regulación, que se basa en una reglamentación del Mercosur. Para que se pueda comercializar, deben pasar por controles y ensayos rigurosos ante un ente certificador.

 

En este rubro existen dos certificaciones: Seguridad en juguetes (Res. 163/2005), donde se detalla la obligatoriedad de incorporar el sello de seguridad y el marcado de prohibición de piezas pequeñas No apto para menores de 3 años.

 

“Se hacen, por ejemplo, en los triciclos ensayos de estabilidad para que el chico no vuelque”, explica Mársico.

 

En la página del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), se pueden encontrar los listados de juguetes certificados, con marca, modelo y el nombre de la empresa que lo fabricó.