La mujer en el mercado laboral: obstáculos y avances

¿Es posible la conciliación entre la vida personal y el trabajo con corresponsabilidad social? ¿Qué significa realmente promover la igualdad? ¿Cuáles son los requisitos necesarios para avanzar hacia la equidad de género? Estereotipos caducados y significaciones sexistas: a veces sólo basta con preguntar: ¿Pero por qué?

 

Cientos de artículos en Internet, otros tantos en todas las bibliotecas del mundo. Carreras especializadas en estudios de género que proponen una mirada crítica hacia pensamientos preexistentes, que involucra comprender aspectos sociales y culturales desde otra perspectiva. Estudios, libros, especialistas. Nuevos enfoques, críticas. La necesidad de medidas de políticas públicas, acompañadas mediante el diálogo con el sector privado, sindical y académico. “Hay avances, pero falta”: un mínimo de aliento dentro de una gran

transformación de roles que caracteriza la actualidad. Falta. Coinciden en esto desde la ONU hasta consultoras especializadas y sociólogos. ¿Por qué?

La tensión entre la esfera laboral y familiar es uno de los obstáculos que deben enfrentar las mujeres. Lidiar con los períodos de maternidad, justificar elecciones (como las de no querer tener hijos o decidir amamantar por períodos prolongados), son sólo algunos de los tabúes que, sin razón alguna, deben explicar.

 

Es innegable la existencia del techo de cristal que dificulta el acceso de las mujeres a espacios de decisión debido a estos temas. “Género en el trabajo: brechas en el acceso a los puestos de decisión” es el informe desarrollado por el Programa de Naciones Unidas por el Desarrollo (PNUD) presentado en octubre en Buenos Aires por Gabriela Catterberg del PNUD, René Mauricio Valdés, Representante Residente del PNUD y Coordinador Residente

del Sistema de Naciones Unidas en Argentina y en presencia de Andrea Balzano y María Eugenia Oviedo, también investigadoras del organismo. Si bien las argentinas tienen actualmente mayor tasa de matriculación, mayor tasa de egreso que los varones y un incremento en la participación económica femenina (que alcanza a casi 7 de cada 10 argentinas de entre 25 y 64 años), la desigualdad aún persiste: “una proporción importante de las trabajadoras continúa desempeñándose en trabajos más precarios, inestables, con menor cobertura formal y menores salarios que los de sus pares varones. Esta desigualdad habla de una división sexual del trabajo”, sostiene la investigadora Catterberg.

El tema de la mujer para la ONU es de vital importancia. Es, de hecho, es parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM): “alcanzar en 2015 una mayor igualdad mediante una mejor participación económica de las mujeres y la reducción de la brecha salarial, y aumentar la participación de las mujeres en los niveles decisorios en empresas e instituciones públicas y privadas es un ODM”, aseguró Valdés en la presentación.

Catterberg remarcó el lado positivo que tiene el tema en el país, y es que en 1996 la cifra de mujeres en jefaturas y puestos de decisión era del 22,9 %, y en 2012 se elevó a 31,6 %. Pero los desafíos están y existen: una proporción importante de las trabajadoras continúa desempeñándose en empleos más precarios,inestables, con menor cobertura formal y más bajos salarios. El estudio recoge datos provenientes de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) entre 1996 y 2012, que se suman a las entrevista a más de 30 mujeres en altos puestos de decisión de la Capital Federal.

Otro aspecto positivo, y para nada menor, es que el sector estatal lleva la delantera en la equidad y se puede afirmar hoy, que ambos géneros están en situación de paridad. En cambio, en el ámbito privado, el avance se produjo en un ritmo menor: las mujeres ocupan solo un tercio de los puestos de jefatura y dirección. Es decir, de cada 10 puestos directivos, 3 son ocupados por mujeres.

Según el Banco Mundial hoy en día las mujeres representan el 40% de la fuerza de trabajo global, el 43% de la mano de obra agrícola mundial y más de la mitad de los estudiantes universitarios del mundo. La productividad aumentará si se aprovechan más sus aptitudes y sus talentos y para 2020 se prevé que el

53,5% de las mujeres participen del mercado laboral, reduciendo la pobreza y aumentando el PBI. “El empoderamiento de las mujeres como agentes económicos, políticos y sociales puede modificar las decisiones sobre políticas y hacer que las instituciones sean más representativas de una mayor variedad de opiniones. En la India, el hecho de otorgar a las mujeres poder en el plano local produjo un aumento del suministro de ciertos bienes públicos, como el agua y el saneamiento, que tenían más importancia para ellas”, afirma la organización en el Informe sobre Desarrollo Mundial de 2012.

 

Para Grow, una consultora especializada en Género y Trabajo, la presencia de mujeres en comités ejecutivos y puestos de liderazgo alcanza el 11%. Su remuneración está en un 25% por debajo de los hombres.

Georgina Sticco, que cuenta con un Postgrado en Cooperación Internacional para el Desarrollo de la Universidad Complutense de Madrid y es cofundadora de Grow, empresa especializada en evaluar el estado

de las organizaciones en materia de igualdad de género y políticas de diversidad, la situación en el país no tuvo grandes variaciones en los últimos diez años, pero tampoco a nivel global. “El 60% de las egresadas en el mundo son mujeres y esto no se ve reflejado en los puestos laborales y mucho menos en los puestos de decisión. Con la ola feminista de los ´70 uno pensaba que todo esto iba a cambiar, pero si no activamos el cambio social vamos a llegar a 2050 en la misma situación”, afirma Sticco.

Sticco observa que las empresas tienen acciones e intervenciones a favor del balance de género, pero son aisladas y enmarcadas dentro de una visión integral. Destaca el avance dentro del sector público, que hoy cuenta con el 50% de la fuerza laboral femenina.

 

“Todavía no decidimos”, remarca Sticco. “Trabajamos y formamos parte pero no decidimos. Cuando hablamos de que las mujeres tienen que tener más presencia, hablamos de aquellas que quieren, no de todas”. La maternidad no es incompatible con el trabajo

La sobrecarga de responsabilidades familiares está a la base de las discriminaciones y desventajas que experimentan en el mercado de trabajo, destaca el estudio. Este apartado ocupa un capítulo especial dentro de la investigación del PNUD. Esto sucede, en gran parte, debido a la expectativa social que sufren las mujeres en el mercado de trabajo: son ellas las únicas que deben proveer el cuidado familiar. Este mandato implícito, naturalizado e incuestionable, escrito cual verso en una Biblia se traslada: “La presencia de hijos en el hogar, en particular si son pequeños, es un factor que históricamente ha obstaculizado la participación de las mujeres en el mercado de trabajo”. Igualmente, la significativa incorporación de mujeres en edades reproductivas al mercado de trabajo entre 1996 y 2012 refleja que fueron las madres quienes intensificaron su participación en el ámbito laboral. “No obstante, su proporción es visiblemente mejor que las de no madres”.

 

Esta incorporación habla además, de la transformación del modelo tradicional de familia. De todas maneras, “son las mujeres quienes mayoritariamente continúan como responsables principales de la organización del hogar y del cuidado de chicos”: ellas dedican casi el doble de horas diarias que los varones en tareas hogareñas (en casos donde ambos generan ingresos).

En cuanto al perfil educativo, los niveles de las mujeres que generan ingresos laborales son notablemente superiores a los de los varones, según las conclusiones del estudio. La división se ve en tipo de carreras, como en la Facultad de Ingeniería o de Agronomía, donde las mujeres son una minoría con un 19,5% y un 39,8%, mientras que en Ciencias Veterinarias, Farmacia y Bioquímica, Medicina y Odontología, superan el 70%.

Pero más allá del nivel educativo, por más que el de la mujer sea más alto que el de un hombre, en su mismo puesto laboral, ellas “se tienen que esforzar el doble para que las tomen en serio y se ven obligadas a legitimar su posición a diario ante sus compañeros y clientes”, criticó Catterberg.

Para muchas de las entrevistadas, el momento del embarazo significó una desaceleración de sus carreras laborales. En este aspecto, Sticco revela que esta situación no cambiará mientras la licencia por paternidad sea de 2 días y la de maternidad, 3 meses. “Se les quita responsabilidad desde el vamos. No te dejan elegir”,indica.

Aquellas que llegan a puestos de jefatura o decisión poseen características que las diferencian del resto. Por empezar, la edad: 4 de cada 10 mujeres en puestos de dirección tienen 50 años o más. El rasgo más curioso en este apartado del estudio arroja que la mayor porción significativa de varones conviven con parejas que no forman parte de la fuerza laboral, en cambio, entre las mujeres jefas es mucho más frecuente que sus

parejas no solo trabajen sino que ostenten puestos parecidos de responsabilidad.

En la esfera pública, Catterberg remarca que el área donde más impulso tuvo la participación femenina es en el poder ejecutivo, legislativo y judicial, en el que pasó de 16 % en 1996 a 52,4 % en 2012. “Esta mejoría también se refleja en centros de educación, en particular en las universidades donde en la mayoría de las carreras se gestó un salto cuantitativo relevante”, indicó.

De acuerdo al estudio del PNUD, Neuquén, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Río Negro y Santa Cruz se destacan por tener el nivel más alto de igualdad de género. Del otro lado de la vara están Santiago del Estero, Formosa, Salta, San Juan y Santa Fe, como las jurisdicciones más desiguales. “La exclusión o subrrepresentación de las mujeres distorsiona y sesga el desarrollo humano”, afirma el estudio desarrollado por el PNUD.

El papel del Estado “La implementación de la Ley de Cupos logró el establecimiento del mínimo. De no ejecutarse, estaríamos

en el 5% como en 1985. Puso un piso, pero de ahí no se avanzó”, critica la cofundadora de Grow, Sticco. “En las provincias, en Ministerios de hacienda, agricultura, trabajo y deporte, que son sectores clave en el país, no hay presencia femenina”, denuncia.

En 1991, el país incorporó el sistema de cuotas mediante la sanción de la Ley 24.012 (Ley de Cupos), que establece un piso mínimo de 30% de candidatas mujeres en las listas de partidos políticos para cargos electivos nacionales. De esta manera, las instituciones políticas comenzaron a avanzar en la incorporación de mujeres, “pero si bien se facilita el acceso, pero presenta limitaciones en su alcance y dificultades para sostener los logros obtenidos”, afirma un estudio sobre las trayectorias políticas de mujeres y varones en las legislaturas argentinas elaborado por ELA (Equipo Latinoamericano de Justicia y Género), una organización independiente.

 

Este estudio coincide también por el elaborado por Catterberg: “en promedio, las mujeres tienen un mayor número de credenciales educativas que los varones. Las legisladoras superan a sus pares varones en lo que respecta a cantidad de títulos universitarios. En el caso de los títulos de posgrado se profundiza la tendencia observada (sólo en el caso de Santa Fe y Misiones los varones logran igualar el promedio femenino)”.

En tanto, el país cuenta desde 1990 un área especializada en la mujer en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto: Representación especial para Temas de la Mujer en el Ámbito Internacional (REMUI) y la Dirección de la Mujer (DIJER). Ambos coordinan la representación del género frente a la ONU y la OEA (Organización de Estados Americanos). Y de manera interna, el Consejo Nacional de las Mujeres (dependiente del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales) es el órgano encargado de diseñar las políticas públicas de género.

Las medidas de política son cruciales en este tema. La comunidad empresarial puede desempeñar un papel para lograr equidad en la balanza de género. El Banco Mundial también lo dice: “Las relaciones de colaboración deberían ir más allá de los Gobiernos y los organismos de desarrollo e incluir al sector privado, organizaciones de la sociedad civil e instituciones académicas de los países en desarrollo y los países ricos.”